Desmonte de cárcel de La Victoria pondrá fin a siete décadas de terror

SANTO DOMINGO.- Hoy se apertura uno de los módulos de la nueva cárcel de La Victoria y con él, se inicia el desmonte de la vieja estructura, la cual es sinónimo de tortura, hacinamiento y base operativa de grupos criminales.

Centenares de sus internos han perdido la vida intentando escapar, electrocutados, ahorcados, acuchillados, contaminados por el agua e infectados de cólera, Covid-19 y enfermedades venéreas.

Con una estructura capaz de soportar 2,011 internos, a la fecha, la Penitenciaría Nacional de La Victoria cuenta con 8,473 reclusos.

En 2017 cuatro haitianos fueron asesinados en una celda.

El 60% corresponde a presos provisionales.

Esta cantidad cuadruplica lo soportado y es citada como la causa de que muchos reos parezcan muertos andantes en las horas del día debido a la falta de espacios para dormir.
Así lo hizo constar un informe presentado por la Oficina Nacional de Defensa Pública en 2016 donde se informaba que el 30% de los reclusos durmió en el suelo, en los baños, sentados en las escaleras y algunos afortunados en hamacas.

El origen

La Victoria fue inaugurada el dieciséis de agosto de 1952 en plena dictadura de Rafael Leónidas Trujillo. Construida con una inversión de RD$915 mil pesos y con capacidad para albergar a 1,200 reos, fue presentada como modelo de avance del sistema penitenciario dominicano.

Una nota del periódico El Caribe de la fecha la mencionada reseña que el entonces procurador de la República, Pablo Jaime Viñas, declaró que se había utilizado la moderna ciencia penitenciaria y política criminal.

No obstante, tras el golpe de Estado a Juan Bosch y durante el gobierno del triunvirato y los doce años de Joaquín Balaguer, se llegó a acuñar la frase de “cementerio de hombres vivos” para hacer referencia al penal a la vez que iniciaba su camino hacia la realidad que ha significado su existencia por casi siete décadas.

Todo ha pasado

Relatar todos los eventos que dan cuerpo a la historia de la cárcel de La Victoria es cosa de denso volumen. Solo una parte de los acontecimientos allí suscitados en los últimos diez años representan una muestra significativa para entender (parcialmente) lo vivido por los presos.

En junio de 2011, un sospechoso brote de cólera propició que el Ministerio de Salud ordenara separar a los reclusos que presentaran problemas intestinales. Algo similar se volvió a repetir 2015, Salud Pública lo atribuyó a un brote diarreico por consumo de agua contaminada.

Los fenómenos atmosféricos han sido un dolor de cabeza constante para los privados de libertad. En 2012 al menos 800 reclusos tuvieron que ser trasladados por los efectos de la tormenta Isaac.

Recientemente la enfermedad del Covid-19 auspició la muerte de siete detenidos, el traslado de algunos adultos mayores a otras instalaciones y cientos de infectados. También un violento motín.

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