Seis candidatos aspiran a ceñirse con el poder presidencial el 16 de agosto

SANTO DOMINGO.-De seis candidatos presidenciales que se presentan como opción en las elecciones programadas para el 5 de julio, uno recibirá la banda presidencial el 16 de agosto en el Salón de la Asamblea Nacional.

Son ellos: Luis Abinader, Gonzalo Castillo, Juan Cohén, Leonel Fernández, Guillermo Moreno e Ismael Reyes. ¿Cuál será?

La de Presidente es la posición de más poder a la que pueda aspirar cualquier dominicano. La política es eso: el poder.

Si algún lector de esta nota ha leído la definición de Duarte, el padre fundador (…es la ciencia más pura y la más digna…), o la de Juan Bosch, pensador contemporáneo (la política es una ciencia y un arte), consérvela como ideal y aténgase a los hechos.

La razón por la que el presidente es especialmente poderoso es porque así lo establece la Constitución, que le atribuye la condición de jefe de Estado y jefe de gobierno.

Otra causa de este poder está en la tradición, que deja ver a una multitud de dominicanos con la necesidad de un padre tutelar, de una parte, y de otra a dominicanos que se sienten padres tutelares afanados en ser presidentes.

A pesar de que la sociedad dominicana es adulta, con sectores económicos bien definidos, instituciones formales e informales, partidos políticos formalizados que canalizan aspiraciones, un Estado diseñado para la administración de la vida pública y los negocios privados y multiplicidad de expresiones culturales, los líderes sociales, económicos y políticos imprimen a su paso el sello de los caudillos.

Y el pueblo dominicano se muestra muchas veces seducido y a la vez amenazado por ese espíritu caudillista de sus líderes sociales y políticos. De esta mezcla, de temor y de necesidad, salen los presidentes de la República a los que se les sigue o se les respalda porque se les necesita en el plano personal.

El origen
La pugna permanente entre la seducción y la amenaza con los gobiernos duros ha generado dos corrientes fácilmente identificables en el pueblo dominicano.

Algunos ensayistas han denominado a estas dos corrientes como conservadores y liberales, pero esto tiene de incómodo el encasillamiento ideológico, que no siempre resulta comprensible.

La base fundamental de la seducción fue establecida por la primera de cuatro grandes dictaduras que ha tenido el pueblo dominicano: la haitiana. Las otras tres han sido Lilís, los marines estadounidenses y Trujillo.

Bajo la primera fueron sentadas las bases de las fortalezas política y social mínimas para organizar un Estado; bajo la segunda, la de Lilís, las bases económicas y la estabilidad política que permitió aprovechar los capitales que huían de Cuba bajo los efectos de las guerras Grande y Chiquita; bajo la dictadura de los marines, el aprovechamiento del espíritu del señor Hostos, la puesta en orden de la administración pública y la identificación de una fórmula para enterrar los planes de anexión; bajo el trujillato se produjo la liquidación de la oligarquía criolla, la centralización definitiva del gobierno y el surgimiento de una clase media profesional, burocrática, intelectual y comercial que sería base de la nueva oligarquía, aliada con remanentes de la vieja, alrededor de la que se organizaría la vida pública, política, económica y social en los siguientes 30 años tras la caída del jefe.

Los caudillos de estas cuatro grandes dictaduras han modelado en el imaginario dominicano el prototipo del presidente, que es, en realidad, el de un jefe. Y Pedro Santana, el primer presidente de la República, tuvo en Boyer (dictador haitiano) el modelo del que saldría el artículo 210 de la Constitución de San Cristóbal, el de la irresponsabilidad plena.

Otra fuente
La segunda fuente del poder del Presidente de la República está en la Constitución, que lo formaliza y hace oponible por vía de derecho a quien quiera impugnarlo.

El diseño del poder presidencial es obra del legislador, que en su función de asambleísta o de constituyente como los ha habido (en seis ocasiones), otorga a cada poder su cuota.

La reforma constitucional de 2010 le otorga al más alto funcionario de la administración pública los poderes, facultades y responsabilidades contenidos en el artículo 122 y siguientes, hasta (parece) el 148.

El artículo 128, de las atribuciones del Presidente de la República, es una versión ligeramente reducida del artículo 55 de la Constitución de 1966, la de más largo aliento en la vida nacional (28 años), al cual se le atribuía la concentración de poder y el autoritarismo que caracterizaron la administración de 12 años de Joaquín Balaguer.

Fue con esta misma Carta, sin modificación, con la que gobernó Guzmán (1978-82), Jorge Blanco (1982-86) y Balaguer de nuevo (1986-96), tres administraciones diferentes entre sí y las tres con un perfil liberal en lo económico y en lo político que las hicieron a su vez diferentes al gobierno de los 12 años.

Además del peso que tienen el artículo 128, numeral 2, letra e (128.2.e, Carta), “velar por la buena recaudación y fiel inversión de las rentas nacionales, así como el numeral 2, letra g (128.2.g, Carta), que le manda a someter el Proyecto de Ley de Presupuesto General del Estado, y el artículo 233 y siguientes hasta el 244, con especificaciones sobre el Presupuesto, el Presidente encabeza la elección de los jueces de la Suprema Corte de Justicia, del Tribunal Superior Electoral, del Tribunal Constitucional y designa a los miembros de la Junta Monetaria.

La Suprema Corte de Justicia es el órgano superior del tercer Poder del Estado. Tener una posición decisiva, como la tiene el Presidente, en un procedimiento indirecto de elección es una bicoca puesta allí como la cereza sobre el cono de un helado.

Estos elementos coronan al Presidente, que cuando tiene un poder decisivo sobre las dos cámaras del Congreso Nacional reúne hasta 5 votos en el Consejo Nacional de la Magistratura (dos suyos, uno del Procurador, uno del presidente del Senado y otro del presidente de la Cámara de Diputados).

Tercera fuente
De la historia del pueblo dominicano se pueden recoger elementos funcionales, estructurales y conflictivos que ilustran este poder, que muestran con leyendas la primacía que tiene en el imaginario dominicano, la seducción que ejerce lo presidencial en lo popular.

Pero no es de la ideología (sistema de comprensión, organización e interpretación de la realidad) de donde sale una tercera columna del gran poder del Presidente de la República, es de la práctica, de los negocios.

En todo el mundo los negocios con el Estado son deseables y hasta necesarios; en República Dominicana se realizan con el gobierno.

Por esta vía el poder presidencial le aplica el tortol al poder fáctico. El tortol era usado en el Este (El Seibo) para dominar a un caballo; consistía en un palo corto y una soga a la que se le hacía una gazada en la que entraba el belfo superior de la bestia y entre belfo y gazada el palo al que se le iba dando vueltas para que la soga apretara.

— Papelitos de Lilís
El primer mecanismo eficiente de control social desde la Presidencia lo aplicó Lilís, al que llegaban papelitos desde los confines con delaciones y datos sobre la marcha de la vida menuda: Tenía una red de chivatos.

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