Efectos “devastadores” de la carta de Bob Menendez

Santo Domingo

La carta del senador norteamericano Bob Menendez al secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, para pedirle que haga presión diplomática para impedir una nueva reforma constitucional para repostular a Danilo Medina, tiene el mismo efecto que una hora santa para un enfermo de cáncer.

Esa carta no surtirá efecto alguno en el Departamento de Estado de Estados Unidos y solo agotará un espacio en un frío archivo, pero mucho menos consecuencias tendrá en la voluntad de Danilo y el danilismo de continuar adelante con su proyecto reeleccionista.

Para los eventuales lectores nuevos, vuelvo a confesarme: no escribo mis deseos, miro al interior de la realidad política nacional y saco conclusiones que en la mayoría de los casos son contrarias a mi deseo, pero no cometo el disparate de asirme a mis anhelos cuando la realidad me da en cara y veo la manada de tontos llamados opositores que quieren resultados positivos cuando nada han hecho para variar la correlación de fuerzas.

No creo que la carta de Menendez sea una intromisión en los asuntos internos del país. Estados Unidos es la patria de los mayores inversionistas y negociantes extranjeros radicados en República Dominicana y ellos necesitan, además de poner sus capitales a producir y generar empleos, también garantías de reglas de juego claras y que aquí se respeten los estándares democráticos y la libertad.

Lo que no va a lograr Menendez ni quienes aquí lo respaldan e incitan de boca, nada más, es trazarle pautas de su conveniencia política a Pompeo y a Donald Trump, que tienen su agenda propia en materia de política interna (en Estados Unidos) y exterior, sobre todo para América Latina y el Caribe.

Cuidado si aquí hay bobos capaces de creer que Menendez es un clon del senador Sumner Wells y que lo anima el mismo espíritu de justicia que llevó a este último casi a la inmolación para que República Dominicana no fuera despojada de una parte singular de su territorio.

Efecto de la carta en USA
Si hay algo de lo que estoy convencido por las señales que se ven desde los despachos de la Casa Blanca, por un lado, y del Palacio Nacional, por el otro, es de que hay una clara connivencia entre el poder de Estados Unidos y el gobierno de Medina, de cumplir acuerdos de conveniencias mutuas y actuar como socios en la región.

Creo que Estados Unidos, con Trump a la cabeza, llegó al convencimiento de que a falta de dirigentes cualificados en la oposición, ellos tienen que resignarse a aceptar que Medina pueda continuar al frente del gobierno por otros cuatro años.

Y lo hacen así no porque estén contentos con Medina ni porque represente un socio confiable, sino porque no quieren  ver una desestabilización estilo Haití a orillas de su territorio y saben que los opositores no tienen calado y al interior del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) hay postulantes que tienen cuentas por ajustar por prácticas de gobierno imperdonables para el poder norteamericano.

Lo que debe estar claro es que andando en esa política de aceptación de la continuidad de Danilo, ya los poderes norteamericanos le han arrancado importantes concesiones, como son el abandono del gobierno dominicano a las relaciones con Venezuela en un momento crucial de peligro para su soberanía, al igual que importantes negocios y obras de infraestructura que estaban destinados a empresas de otros países.

Por otro lado, los demócratas, tan parecidos a los opositores dominicanos, están confrontados como nunca con el gobierno de Trump, y no ocultan su deseo de llevarlo a un juicio político con el objetivo de destituirlo del cargo y/o obstruir su reelección en noviembre de 2020.

Todo lo que signifique afectar a los amigos de Trump en el exterior, no va contar con el respaldo de Pompeo, por lo que la carta de Menendez, del 17 de mayo de 2019, se queda como un trámite más que no surte efecto político alguno en la agenda del ejecutivo de Estados Unidos.

Efectos en el país
Aparte del clamoreo que provocó la divulgación pública de la carta de Menendez, y la natural alegría que provocó este “golpe” a la reelección de Danilo, la verdad es que el mayor efecto en República Dominicana es del tipo “boomerang”, porque no ha hecho otra cosa que radicalizar la determinación del danilismo de afianzar sus objetivos para las elecciones de 2020.

Si alguien supone que el danilismo va a torcer su rumbo porque un senador demócrata estadounidense, con claros vínculos políticos y de negocios en el país, pida que el poder norteamericano intervenga para detener a Danilo, está soñando y terminará haciendo pesadillas. Igualmente, si los opositores internos de Danilo en el PLD, llámese Leonel Fernández, o los dirigentes de los partidos contrarios al gobierno no han hecho variar la correlación de fuerzas, apelar a poderes extranjeros para que le hagan el favor a la “gobernabilidad democrática de la República Dominicana”, es la mejor confesión de impotencia, de irresolución y de derrota.

Lo que los competidores políticos de Danilo no pueden lograr con la lucha política en un país de plenas libertades, mucho menos lo van a lograr en los lobbies del poder norteamericano que conoce muy bien quiénes serían los beneficiarios de un descarrilamiento de las aspiraciones de Danilo y quienes hicieron, en el país, campaña abierta contra Trump y a favor de Hillary Clinton en las pasadas elecciones de Estados Unidos.

Conclusión: Una derrota a la aspiración reeleccionista de Danilo, al día de hoy, no puede esperarse que venga de presiones externas. Una derrota a la reelección solo sería posible si en el país se concertara el “Acuerdo del Milenio” donde todos los opositores a ella se unen de verdad, los dirigentes políticos permiten que una candidatura independiente encarne esa alianza y se pacte un proyecto democrático de amplia participación popular para modificar la actual concentración de poder en un partido.

Eso, no nos engañemos, es más difícil que subir al pico Duarte en silla de ruedas, porque cada dirigente político piensa en sus intereses personales y de grupo, mientras el país se va al despeñadero.

Me gustaría estar equivocado, pero si lo estuviera: ¿Por qué quienes aspiran a la Presidencia son Leonel, Danilo e Hipólito Mejía -que han sido los presidentes de los últimos 24 años- y Luis Abinader que ya fue candidato y perdió?

Eso sucede porque para ellos la Patria es pedestal, no ara.

¡Cuando pase la tempestad, contaremos las estrellas! Análisis.

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