Cómo se vive en las zonas de paz de Venezuela bajo control de los «malandros»

«Paramilitares colombianos»

Así como en Barlovento, donde según cifras oficiales desmantelaron 8 bandas y detuvieron a 83 personas, la OLP ha cubierto varias zonas del país.

Hace un mes en Caracas, en un barrio conocido como la Cota 905, el operativo dejó 15 muertos y 134 detenidos, según el reporte oficial, de los cuales 19 fueron formalmente acusados en la Fiscalía.

En la ciudad de Maracay, hace un par de meses, los allanamientos dejaron 10 muertos y casi 900 detenidos, de quienes 16 siguen en la cárcel.

En Montalbán, Caracas, recuperaron 260 apartamentos y arrestaron a 212 personas.

Las informaciones las suele dar por televisión el ministro del Interior, Gustavo González López, vestido con un chaleco antibalas.

Los operativos han sido reprobados por ONGs de derechos humanos, que denuncian allanamientos ilegales, detenciones arbitrarias y tratos crueles.

Sectores opositores dicen que la política de seguridad del gobierno ha sido «pasiva y permisiva» y califican la OLP como una estrategia mediática de campaña en vísperas de las parlamentarias en diciembre.

Cota 905
Los allanamientos de la Cota 905 devolvieron a la violencia al tope de las noticias en Venezuela.

Pero el gobierno dice que las críticas a la OLP responden a «intereses politiqueros y financieros», según denunció el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello.

BBC Mundo pidió una entrevista con el ministro del Interior, Gustavo González López, pero no obtuvo respuesta.

El presidente Maduro informó que decretará, a través de los poderes especiales que le otorgó la Asamblea, un conjunto de leyes para fortalecer la OLP.

Y ha dicho: «Voy a liberar a Venezuela del paramilitarismo».

De acuerdo al oficialismo, las bandas criminales que operan en Venezuela están integradas por paramilitares colombianos financiados por políticos de derecha como el expresidente de Colombia Álvaro Uribe, quien rechaza las acusaciones.

Arrestados Cota 905
Opositores dicen que el hecho de que la mayoría de los arrestados en la Cota 905 estén libres demuestra que el problema de la violencia se origina en un sistema judicial corrupto.

«No recuerdo cuánta gente he matado»

En una zona de paz en los Valles del Tuy, otra verde región de Miranda pero al oeste de Caracas, le pregunté a uno de los jefes de una banda si es paramilitar.

«Esas son puras ganas de politizar», dijo. «Acá los únicos colombianos son tan venezolanos como yo», señala, en referencia a los inmigrantes colombianos que llegaron hace décadas a Venezuela.

El delincuente, que llamaremos Eduardo, me recibió en un barrio de Ocumare del Tuy, un pueblo mirandino, donde se refugia su banda de entre 30 y 40 personas.

Flaco, con ropa vieja y modesta, marcado por todo tipo de cicatrices en el cuerpo, Eduardo dice que empezó a robar a los 13 años, hace 17.

«A los 20 comencé a matar y hoy solo me dedico a golpes grandes», dice.

Y añade que esta semana extorsionó a una persona rica de Caracas por 500.000 bolívares, unos US$2.500 a la tasa oficial más alta.

«Investigamos al tipo, hablamos con gente que lo conoce, y le pegamos un susto», relata.

Cota 905
La Operación de Liberación del Pueblo es la nueva estrategia del gobierno para luchar contra la delincuencia. La primera en ser tachada de violar derechos humanos.

¿Y cómo es el susto?, le pregunto.

Se ríe. Saca una pistola nueve milímetros pintada con líneas amarillas y me la pone cerca de la cara, sin apuntarme directamente.

«¿Te sientes asustado, así, cuando te la muestro? Bueno, eso es un susto».

Los presentes se ríen.

Eduardo dice no recordar el número de personas que ha matado.

«A veces me pasa que me acuerdo de uno que tenía borrado y digo ‘ahhhh verdad'».

Cuenta que no tuvo padre. Que tiene varios hijos por los que debe trabajar. Que la plata no alcanza y por eso delinque.

Pero ahí se detiene, y me mira de reojo: Eduardo prefiere omitir más detalles personales.

Elisio Guzman
Elisio Guzmán dice que es poco lo que la policía de Miranda puede hacer para contrarrestar los «errores del gobierno».

Sin madre, sin instituciones

«En una sociedad donde la figura de la madre es central, cuando falta el afecto materno se generan ideales como la individualidad o heroicidad que promueven la delincuencia», dice Mirla Pérez, profesora de antropología de la Universidad Central de Venezuela.

Pérez dice, sin embargo, que la causa principal de la violencia es la falta de instituciones.

Y Guzmán, el comisario de Polimiranda, coincide: «En un país donde el 90% de los homicidios no tienen ningún tipo de consecuencia legal y donde las cárceles están controladas por delincuentes (conocidos como Pranes), se cocina el caldo de cultivo para que bandas como estas operen sin dificultad».

El Guarataro
En las zonas de paz urbanas, con El Guarataro en Caracas (foto), los delincuentes controlan el área más alta del cerro.

«Crecen en las plantas»

Cuando le pregunto a Eduardo si le asustan los operativos de la OLP, hace un gesto de sonrisa irónica.

En el caso de la Cota 905, medios locales reportaron, citando fuentes policiales, que los jefes de las bandas no fueron arrestados porque antes del operativo les filtraron la información y se fueron.

Eduardo hace eco a esos reportes: «Mira lo de la Cota 905; allá arrestaron y mataron gente inocente pero los grandes capos están libres».

Y uno de sus «convive» (colegas) añade: «En Venezuela el que está en la cárcel es porque es idiota».

Cuando arrestaron a uno de ellos hace unos meses, cuentan, sobornaron al juez y al abogado público con carros y otros bienes.

Estamos en un pequeño patio del barrio por el que pasan niños en bicicleta y madres con sus bebés. Suena reguetón a todo volumen. Se fuma marihuana en papel kraft.

De repente uno le dice a la señora que pasa: «Disculpe lo malo, doña».

Todos participan a la vez en la conversación. No se quedan quietos más de 5 minutos. En la misma moto, unos van y otros vuelven.

Después revelan que conseguir armas en Venezuela es fácil, aunque costoso: una pistola vale 200.000 bolívares, por ejemplo, unos US$1.000 a la tasa oficial más alta.

El Guarataro
Entrar a El Guarataro en Caracas es prácticamente imposible si uno no vive ahí o es parte de la banda que controla la zona.

Prácticamente el único productor e importador de armas en Venezuela es el Estado, que, según estudios de ONGs, es la mayor fuente de armamentos para bandas armadas.

Los delincuentes de Ocumare corroboran estas versiones, aunque añaden que las diferentes bandas se venden armas entre ellas, incluso a veces por medio de un sistema de subastas en chats colectivos de celular.

Las denuncias de los delincuentes me llegan todas al tiempo, mediadas por sus rocambolescas expresiones.

Grabar o tomar notas –o fotos– no es una posibilidad.

Entre el reguetón y los comentarios, escucho una frase, de uno de los más viejos, que me queda grabada: «En Venezuela pareciera que las armas crecen de las plantas».

«Con nosotros estás en casa»

Según la prensa local, Ocumare de Tuy es una de las zonas más peligrosas del país: se reportan matanzas, robos y secuestros.

Según cifras de PoliMiranda, el municipio Tomás Lander del que Ocumare es capital registra el mayor número de homicidios por cada 100.000 habitantes: 129 al año, muy por encima del promedio del país, que según el OVV es 89 por cada 100.000 personas.

Pero de acuerdo a los delincuentes, Ocumare dejó de ser peligroso después de que hace dos años las diferentes bandas firmaron una tregua que delimita la zona de cada una y les garantiza que la policía no entra.

«Acá no se mata al que no se lo busca», me dice el vigilante de una escuela que está parcialmente inundada.

¿Esa es la versión ocumareña de la zona de paz?, les pregunto a los delincuentes.

Allanamiento den Ocumare del Tuy
Ocumare del Tuy es una de las ciudades más peligrosas de Venezuela, donde también se han producido allanamientos a zonas de delincuentes.

Asienten, aunque no entienden bien qué es eso de las zonas de paz: «Acá firmamos una paz entre las bandas que ha funcionado, pero el gobierno yo no sé qué tuvo que ver», dice uno.

Y otro de los presentes lo corrige: «¿Tú eres bobo? La iniciativa fue del gobierno, o si no por qué crees que la policía acá no se mete».

Algunos analistas dicen que estas zonas funcionan como gobiernos paralelos, aunque informales, en un estilo de extensión de lo que se vive en las cárceles, donde la figura de autoridad es el Pran.

Ese podría ser el caso de Eduardo, el mayor y de más experiencia entre los presentes.

«Nosotros ya no jodemos (robamos) a la gente de la zona; nos enfocamos en los ricos de Caracas», dice.

Entre más cerca esté uno del Pran, más lejos del peligro.

Los jóvenes me hablan de sus fiestas, que –dicen– es la mejor forma de ver cómo funcionan las cosas acá.

«Allí cada uno lleva sus armas para mostrarlas», explica Eduardo, como quien guarda la joya más fina para el viernes en la noche.

«La próxima vez vienes a una fiesta», me dicen, ansiosos por la que tienen en la noche.

«Sin nosotros tú no sales de acá sin que te maten; pero ya con nosotros estás en tu casa».

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